Editorial | Cultura de paz: un camino a construir
Por Adriana Murriello
Aludir a la paz como valor es casi una constante en las escuelas. Es esperable, y deseable, que las instituciones educativas trabajen para la paz. Sin embargo, hemos reflexionado con nuestros directivos sobre el riesgo de hacer de ella un concepto vacío. Hemos advertido el riesgo de plantear un ideal de “Paz”, como valor abstracto, desencarnado y ahistórico.
¿Es la paz sólo la del contexto navideño o de buenos deseos al iniciar un nuevo año calendario? ¿Es la paz la mera ausencia de guerras o conflictos? ¿Se trata de esa sensación de bienestar que alcanzamos personalmente en situaciones de calma y relax?
Quizás sean estas algunas de las más frecuentes interpretaciones que nuestra cultura otorga a la paz, pero no es ciertamente el sentido profundo que encontramos como Colegio en nuestras raíces e identidad de fe.
Con estas preocupaciones, decidimos trabajar sobre ello el año previo al Centenario, entendiendo que era muy pertinente en ese tiempo previo abordar un tema tan afín a la identidad institucional: nuestro escudo muestra el lema “Pax Orbis” y tenemos desde 1934 un concurso de escritura con dicho nombre (que permite año tras año reflexionar con quienes desean participar sobre estas temáticas que renuevan su vigencia en nuevos contextos y desafiantes tiempos históricos). Más aún, el mandato institucional de educar para la vida en democracia en una perspectiva ecuménica, nos confronta también con la profunda responsabilidad de enseñar a vivir y convivir en paz, de equipar a nuestros/as estudiantes con recursos que les posibiliten desempeñarse en la vida acorde con ello y favorecer espacios para que ellos los construyan.
Con el equipo directivo crecimos en el intercambio y discusión sobre el tema. Vimos con claridad que más que referir a “la paz”, debíamos aludir a la necesidad de una “cultura de paz”, como camino que nos nutra, cultive y ayude a buscarla, trabajarla, amasarla con otros, compartirla, conscientes también de su imposibilidad de ser en tanto se sostengan relaciones de injusticia social, de género, étnicas, religiosas, de asimetrías de poder entre naciones, de relaciones colonialistas, de egoísmos individuales o sectoriales… Porque no hay paz donde no hay justicia, sea en los vínculos entre países, entre grupos o en lo interpersonal. No imaginamos entonces que al cerrar este número estaríamos conmocionados por terribles acontecimientos mundiales que refuerzan la necesidad de abordar este concepto y construir caminos de paz.
Tremendo legado el que recibimos de nuestros antecesores y fundadores; fuerte desafío el que enfrentamos al trabajar para que estos conceptos se hagan carne en quienes enseñamos y dirigimos, para que puedan ser respirados naturalmente en el ámbito de la escuela.
Este Colegio centenario es eso: una institución que no teme asumir responsabilidades ni compromisos; una organización que intenta crecer en coherencia entre el decir y el hacer. Para testimonio de vida de las nuevas generaciones; para permear con salud nuestro presente. Para renovar las posibilidades de que nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes sigan soñando y construyendo un mundo de justicia posible, con esperanza y en paz.